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martes, 25 de diciembre de 2012

Lléname de vida, hija mía.

Entonces el silencio inundó su alma, y el dolor todo su cuerpo. Se clavaba en sus costillas y la hacía delirar. Todo parecía tranquilo, perfecto. Era increíble, y ella seguía allí retorciéndose de dolor.

Ante ella los recuerdos de otros días, del pasado, de un futuro lejano y triste. Siempre triste. 'No te vayas, no ahora.' No parecía confusa, sólo estaba vacía. 


Mientras la oscuridad teñía el día azulado, sus manos temblorosas abrazaban ahora su único recuerdo. Una carta arrugada de letras borrosas. Una carta que ahora sería eterna, sería imborrable.

' Pequeña, estoy bien. Aquí, en Londrés hace un poco de frío y echo mucho de menos el sol, antes se colaba por la ventana del comedor y me despertaba cada mañana. ¡Recuerdo cuánto me molestaba!  Ahora daría cualquier cosa por unos rayos de sol cada mañana. 

Mi casita es pequeña, con unos aires muy serios. Ya no hay nada de azul. Es triste, Clara, muy triste. Siempre has odiado que te llamara Clara, decías que sonaba muy serio para ti.. pero ya te haces mayor. 17 años, cariño, a veces creo que lograré verte cumplir los 18. Tu mayoría de edad. Me haría tanta ilusión.

Ahora están probando nuevos tratamientos, dicen que no aseguran que esta vez funcione, pero estoy feliz y deseando volver a verte. Hija, cada día me noto un poco más lejos. Lejos de tu padre, de ti, del mundo. Quiero que si me voy sigas siendo esa chica que sonríe aunque tenga un vendaval sobre ella, esa chica fuerte, esa chica que te ofrece su mano y te lleva al fin del mundo.

Pequeña, quiero que seas tú, con todos tus defectos y tu estúpida manía de morderte los labios; quiero que seas tú, y que seas tan grande como el mundo te lo permita. Yo estaré contigo, de lunes a domingo, todos los segundos de cada día. Pequeña, escríbeme cómo te sientes, lléname de vida cuando te falte compañía y sigue tu camino. Siempre de frente, no retrocedas, juntas iremos de la mano.

Seguiré escribiéndote cada semana, cielo. Te echo de menos, sobre todo tu sonrisa. Necesito que me ilumine los días, que me abrace cuando el frío pueda con mi ser. Te guardo en mi corazón hija mía, allí donde ni el mayor de los dolores te podría sacar. Sé feliz y vive. 

Te quiero mucho cariño.                                                                         Muchos besos.

                                                                                                                                        Mamá    '


Sólo quería correr, alejarse de todo aquello que le hacía daño. No podía ser, no su madre. Ella no podía dejarla, juntas podían con todo. Iría a Londrés una vez más, y mamá estaría allí en su sofá verde. Siempre decía que aquel sofá era lo único que le recordaba a mi. Tenía color verde, mi favorito. 

No podía aceptarlo, no quería. No podía ser verdad. A penas descolgó la llamada de papá no pudo seguir hablando. Un nudo se trabó a su garganta, y el silencio consumió su alma. Se abandonó, se perdió entre recuerdos.. El dolor crecía, se multiplicaba.. La impotencia la abrazaba; y el cielo oscureció por completo.