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martes, 11 de octubre de 2011

Ojos de océano, me solía decir.


Me acuerdo aún, de como me sentí, la impotencia en mi cuerpo. Caminaba tras ella, iba tan concentrada en andar que ni siquiera se percató. Tampoco tenía fuerzas para más. Andaba y andaba.
La vi dar la vuelta a la esquina, y me fije en su mirada.
Ojos de océano, miraba a la inmensidad, cual grande era el planeta reflejado en sus ojos y cual cruel era la vida en su caminar.
Estaba perdida, su sonrisa como apagada y su voz cortante y seca.
La seguí, no sé por qué, pero me pareció interesante. ¿Quién era aquella mujer, que sin mirarme, había conseguido que le siguiera?