Mi visión se retardaba, ya sabía que no me curarían las drogas.. pero me dijeron que aminoraban el dolor. Mi paso era constante, lento, duro, pero constante. Mi cabeza permanecería alta; mi autoestima, no tanto.
Tuve que salir del local pero te prometí que volvería, tú me sonreíste y yo salí fuera.
Al cruzar el umbral de la puerta el aire gélido de las noches de Enero me sucumbió, me hizo temblar de arriba abajo. Me senté en cualquier lugar, y mientras buscaba el primer cigarro de la noche, miraba al cielo. Las estrellas estaban tan cerca, todas querían acariciarme; decían que estaba preciosa, y era verdad, estaba preciosa.
La cabeza me daba tumbos, estaba tan perdida..cuánto miedo, cuánta confianza y cuánto rencor.
Saliste del local, y me viste. Odiabas que fumara, decías que mataba mi elegancia, que todo aquello que ganaba sobre el escenario, se sustituía por un titular en la prensa. Me gritaste, pero sólo una vez y lento, para que pudiera sentir cómo brillaban tus ojos, cómo te diste cuenta de la mayor recompensa de toda una vida.
Fuimos a casa, ya era un poco tarde, me acompañaste al portal y cuando te fuiste, de espaldas, dijiste: ''No olvides que mañana tienes que estar tan preciosa como hoy, no olvides que eres perfecta.''
Tenía sueño, y no se había pasado el efecto de las drogas.. me tiré a la cama. Tenía los ojos tan abiertos como platos, y entre la habitación que daba mil vueltas, pude distinguir en mis pensamientos la certeza de que cualquier día no podría despertar.
Y en cambio aún tengo la certeza de que mi perfección es duradera.
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