Querida Alice:
Empecé a gritar en cuanto sentí la estaca sobre mi piel pálida, aullidos de dolor con cada respiración.
Dejé de contar las veces que se clavo sobre mis piernas, quizás unas 15, nadie me escuchaba.
¿Qué ocurría?
No lograba ver más allá del dolor. Los gritos me pasaron desapercibidos,no había nadie más allí.
Quise morirme, sí, no soportaba aquel dolor que se clavaba en cada una de mis fibras.
Poco más recuerdo de lo que pasó antes de despertarme, a veces, aún en mis sueños veo la estaca, los hierros, las mordazas.. parece tan real, parece que va a volver el dolor.
Alice, hoy me siento inspirada, creía que desde que te fuiste nunca lo volvería a sentir, creí mucho tiempo que no volvería a ser feliz, me culpé de todo, fui perdiéndome más y más con cada mirada que me indicaba pena, o lástima, fui muriendo contigo. Hoy, he pensado que te contaría todo lo que me ocurre día a día, lo que me hace feliz, lo que me entristece, lo que pasó aquella tarde, te contaré todo..
Continuaré con lo recuerdo, pero desde el principio.
Ese día, 23 de Enero, mamá me dejó irme antes de lo normal. Ella sabía tan bien como yo, que sería un gran día.. volvíamos de nuestro viaje a Cuba. Yo tampoco entendía por qué a mamá le gustaba tanto ir a Cuba cuando era invierno aquí, allí siempre hacía calor, un calor inmenso, mosquitos por todas partes, y playas.. Nunca me ha gustado la playa, nunca, y menos aún el agua salada.¡Que asco!
A ti te encantaba, supongo que era lo único en lo que no eramos iguales..
¡Tenía unas ganas inmensas de verte!
Bajé del coche, cogí mi maleta y la dejé en la puerta de casa. Corría calle abajo hasta tu casa, ya te había avisado de que volvería, me dijiste que hasta tenías una sorpresa para mi, era feliz, lo recuerdo.
Sólo toqué el timbre, cuando ya tenías la puerta abierta, me estabas esperando.
Pasamos la tarde juntas, te conté todo lo que me había pasado en Cuba, y tú reías cuando te decía la cantidad de playas que habían y de mosquitos, que me tuve que poner 6 vacunas, o que nos perdimos en el aeropuerto.
También me contaste que los tíos de Ana se habían separado, que Sergio estaba con Paula, y que tu madre quería que estudiaras en Oviedo, pero que la ibas a convencer.
Tu madre te dejaba que te quedarás en mi casa y mi madre en la tuya, no había problema. Ya lo habíamos echo muchas veces, además, era un día especial.. y sin fiesta no lo sería.
Fue un poco improvisada, pero tampoco importaba, era más bien para saludar a los amigos. Llevaba un mes fuera, y los había echado de menos.
Supongo que no fue el mejor sitio de todos los que podríamos haber elegido pero la Fábrica de lejías estaba abandonada, y el guarda se quedaba siempre durmiendo, roncaba como un lirón.
Quedábamos pocos a las 4 y media, sólo 12, y muchas tonterías se pueden hacer cuando uno va borracho, pero tú no lo ibas y yo, tampoco, pero ellos sí. Cuando Antonio se quedó atrapado en la habitación, oímos los gritos y nos acercamos..abrimos la puerta tras varios intentos, y él salió.
Entramos nosotras no sé por qué, vimos aquellas máquinas, aún funcionaban.
Me golpeé la cabeza con el listón, caí encima de la máquina, estaba oscuro, supongo que la activé.
Me desperté con el ruido, mis piernas ya estaban atrapadas. La rueda giraba y giraba, se partió la tabla y mis piernas recibieron los golpes, una y otra vez.
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