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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Ni si quiera entonces, era yo.

Me miró y me dijo..''No te preocupes, estoy aquí. No estás sola, yo nunca podría dejarte sola. Sabes que te quiero, lo sabes.''

Pero no estaba allí, era mentira, estaba pensando en ella. Ella que fue su rutina, y sus buenos días; ella por la que luchó, todos los días; ella que sonreía y no mentía al decirle que le quería; ella que no soy yo, ella que es ella.
Y dejando en el andén mis ilusiones vencidas.

Yo estaba rota, sufría del momento de apagón generalizado, como cuando se te cae el teléfono móvil al agua y se queda la pantalla blanca antes de apagarse, para siempre, así estaba. No podía llorar, no quería; no podía sonreír, me dolía. Y así el dolor era tan fuerte que sometía cada fibra de mi ser, acosaba mis sentidos y se escondía en cada rincón de mi cuerpo para que no pudiera zafarme de él. Otra vez, este sentimiento que rompe en dos, o en tres. Quien sabe. Lo tenía delante, podía tocarlo y despedirme.. Yo no quería despedirme, aunque no pensara en mi, ni me quisiera, aunque fuera ella.. No quería, y entonces, me levanté y me fui corriendo, dejando atrás el sueño de mi vida, y mis ilusiones, una vez más, vencidas.

Cuando estaba lo suficientemente lejos, miré atrás un sólo segundo, y ahí seguía mirándome.. pero no se levantó, se quedó ahí, preguntándose dónde estaría ella, y eso fue lo que más me dolió, ni si quiera entonces, era yo.






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